En esta época estival de vacaciones todo se masifica, las colas en
museos, restaurantes, aeropuertos se hacen interminables; en este tiempo de
espera (tiempo perdido), he procuro siempre llenarlo con la lectura de algún
libro.
Cuando el ruido es ensordecedor imposible de concentrarme en la lectura.
Cierro el libro y me dedico a observar a todas esas personas que esperan al
igual que yo: personas con rostros, cansados, estresados, algunos con caras de
fastidios por tener que está esperando. (Pensaran que tienen mil cosas que
hacer). Los observo, muy pocos están con
rostros alegres.
Quizás no sepan o no quieran saber que con solo regalar una sonrisa, en
estos momentos de hastíos
nos puede hacer la vida muchísimo más
agradable. Al mirar sus caras no puedo evitar preguntarme: ¿cuántas personas imposible de enumerar han pasado y seguirán pasando
a lo largo de nuestra vida? perdemos la cuenta: En nuestros pensamientos y recuerdos sus caras, sus nombres ya no
existen; lo hemos olvidado, solo se quedaran, o se han quedado; aquellas que
dejan su huella en nuestro corazón.
Basta unos instantes, una porción brevísima de tiempo, lo suficiente,
para que su recuerdo se quede anclado,en nuestra memoria. Con solo unas
palabras, amables hacia nosotros, una mirada, una sonrisa podemos llegar a
entregarles la llave de nuestra alma... A veces, la vida es benevolente con nosotros, llegamos a conocerlas, pudiendo disfrutarla durante algunos
momentos, días, incluso años.
Esas personas, seres maravillosos brillan,
tienen luz propia. Dejan a cada paso
de ellas su estela de luz iluminando a las personas que tenemos la suerte de
conocerlas o haberlas conocido. Son luchadoras, valientes, optimistas, nos hacen ver lo mejor de la
vida.
Poseen además, una de las virtudes que más admiro en las personas “la paciencia” con su testimonio de vida a pesar de los avatares de la vida, nunca perdieron su sonrisa ni la paciencia; sobrellevan todo sin amargura, aceptando lo que en esta vida les ha tocado vivir: la enfermedad, ó ese accidente que nunca debió de ocurrir impidiéndole caminar.
Poseen además, una de las virtudes que más admiro en las personas “la paciencia” con su testimonio de vida a pesar de los avatares de la vida, nunca perdieron su sonrisa ni la paciencia; sobrellevan todo sin amargura, aceptando lo que en esta vida les ha tocado vivir: la enfermedad, ó ese accidente que nunca debió de ocurrir impidiéndole caminar.
Y en todos esos momentos, de incertidumbre, de inquietud, de impaciencia... Cuando ese problema que me preocupa, insolucionable deseando convertirlo en solucionable, ante esas situaciones en las que es difícil controlar y que la ira me quite mi paz interior. Pienso en ellas. Gracias a vuestro ejemplo de vida,
ser paciente incluso en las situaciones más
adversas...
Mi paciencia se
ha hecho más paciente. Recordando, a Santa Teresa, calladamente musito “Nada te turbe” “La paciencia todo lo alcanza”.
Cada día, sigo pidiendo e implorando al Creador, que me ayude a ponerla en práctica tantas veces como sea necesario.
Cada día, sigo pidiendo e implorando al Creador, que me ayude a ponerla en práctica tantas veces como sea necesario.
Imagen de la red
Hermosa oración en verso llena de sabias palabras que escribió Santa Teresa de Jesús. En ellas encierra la clave para conseguir la felicidad y paz interior que tanto necesitamos.
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
Con pecho grande,
Y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo
Es gloria vana;
Nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
Que siempre dura;
Fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
Pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
Mantenga el alma,
Que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta