Mostrando entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas

sábado, 27 de abril de 2024

DILATACIÓN DEL TIEMPO




Todos sabemos que el tiempo juega un papel muy importante en la vida de las personas, el tiempo es un concepto complejo que ha sido objeto de estudio y reflexión desde tiempos inmemoriales.

En el cuadro de Salvador Dalí La persistencia de la memoria, también conocido como Los relojes blando o Los relojes derretidos, claro ejemplo del estilo surrealista, pintado en el 1931, tiene apenas el tamaño de un folio, 24 x 33 cm.
En el aborda la noción de la temporalidad y de la memoria a través de diferentes objetos cargados de simbolismos.

Dalí era un enamorado de la ciencia y siguió el trabajo del científico Alber Einstein con curiosidad. Los relojes derritiéndose son un símbolo inconsciente de la relatividad del espacio y el tiempo.

Sobre la obra se han escritos numerosas interpretaciones, aunque la mayoría de los historiadores de arte coinciden al afirmar que la pintura es un rechazo del tiempo como una influencia sólida y determinista.

Llama la atención la presencia de cuatro relojes, todos en una posición diferente. Uno de ellos cuelga de las ramas de un árbol seco, que se ha relacionado dentro del mundo fantástico con el concepto thanatos, de la muerte. Otro se encuentra tendido como una criatura insólita sobre la arena, que podría ser un autorretrato de Dalí. Una tercera pieza está a punto de caerse de un muro y sobre él hay una mosca, uno de los elementos más representativos del pintor.

Los relojes están derretido, desposeídos de su forma y uso convencionales y sugieren una noción distorsionada de los segundos que provocan extrañeza a quien los contempla que el tiempo transcurre de una manera muy diferente.
En el cuadro hay otro reloj de bolsillo que no está deformado y se encuentra boca abajo lleno de hormigas. Al parece, son un un símbolo inconsciente de la relatividad del espacio tiempo.

Su pintura llena de una técnica, precisa, de líneas puras, fuerza y colores brillantes contrasta con colores sombríos creando una atmósfera de ensueños.
Un cuadro que sin lugar a dudas lleno de simbología que nos invita a la reflexión.

Todos sabemos que los relojes marcan el tiempo en la tierra y aunque no podemos controlar el tiempo, si podemos aprender a manejar nuestras emociones y percepciones para vivir nuestra vida de manera más plena y satisfactoria, viviendo y disfrutando de nuestro aquí y ahora, como bien dice éste hermoso poema «Instantes» atribuido a Jorge Luis Borges.


Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.



                                                                                                         
                                   

sábado, 30 de diciembre de 2017

LA RUEDA DE LA VIDA



                                                                           
                                                                               



Todos los años, por estas fechas, cuando el frío y la nieve llaman a la puerta y las hojas del calendario llegan a su fin, para dar comienzo al nuevo año, no se por qué, siempre me gusta limpiar y ordenar los armarios; poner en orden todo lo acumulando en estos 365 día. Mientras voy realizándolo, al observarme tan atareada en este menester, me pregunto si este acto que estoy llevando a cabo será una simple manía que tengo por el orden, o quizás también una necesidad de reflexionar y hacer limpieza interior, sea lo que sea, es una simbiosis, que me ayuda a valorar lo que realmente necesito y quiero en mi vida. Una vida que esta llena de acontecimientos que sin lugar a dudas ha ido marcando todos los días, de este efímero año que pronto se acabará.

Al quitar las hojas del calendario, para remplazarlo por el del nuevo año, lo miro y no puedo creer que haya pasado tan pronto, estos doce meses con sus días y sus noches... Y a pesar del tiempo pasado, me sigue asombrando que una parte de mí sigue siendo la misma, un alma sin tiempo... 

Se, que éste solsticio de invierno también terminará, para dar paso a la primavera y a la época estival, donde millones de estrellas, seguirán brillando unas brillarán más que otras, pero todas seguirán siendo igual de hermosas y es aquí en este preciso momento cuando al recibir de nuevo un año más comprenda que todo lo acontecido en éste año perdió importancia... 

                                                                    
                                                                                                                                                                                             Imagen de la red

Este nuevo año como siempre, lo empezaré con curiosidad y al mismo tiempo con cierta incertidumbre, pero sin miedos. Es curioso, en esos momentos, donde mis manos laboriosas van poniendo orden dentro del armario, la voz de una persona muy querida para mí, interrumpe mis pensamientos tan nítida y clara como aquella tarde invernal, cuando el frío invernal y la nieve llamaban a la puerta.
En el salón, sentadas acurrucadas en el sofá tapadas hasta los ojos, con una manta observábamos, complacientes, el crepitar del fuego de la chimenea, tiritando de frío saboreando una taza de chocolate bien caliente, mirándome fijamente a los ojos sin preámbulo (a boca jarro como suele decirse en ésta tierra) me preguntó:

-¿No tienes miedo al futuro y a la soledad? Sin vacilar ni un momento  contesté.
-Nada, solo espero, y confío en  mi Dios... El, será mi guía.

Segura, confiada, sin miedos me dejaré guiar donde mi corazón me lleve... Sin lugar a dudas seguirá habiendo cambios en mi vida y en la tuya, unos serán mejores que otros, todo cambia y cambiamos... La rueda de la vida sigue rodando, ¿no la sientes...? cambia continuamente de sitios, de lugares de personas..Las personas para bien, o para mal, aunque nos duela, también cambian... a veces radicalmente, como el viento que desplaza las hojas de los arboles en los parques y veredas...

Sin dejar de mirarme, cogió la humeante taza que rebozaba de chocolate; tomando un pequeño sorbo, lo saboreó con gran placidez, con los ojos semicerrados, suspirando, muy bajito musitó...Tendremos que seguir confiando un año más...