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lunes, 24 de diciembre de 2018

LA VERDADERA AMISTAD


                                                                       

                                                                        


  Siempre he pensado que la verdadera amistad, es uno de los sentimientos más hermosos que podemos experimentar. Se nos da y la recibimos gratuitamente, los amigos no se imponen, es una elección muy personal, si tenemos la suerte de encontrarnos. Desde el primer encuentro nuestras almas no sabemos ¿cómo ni porqué? se reconocen y desde ese mismo instante decidimos  con total sinceridad compartir, confidencias e intimidades sin tener la mínima inquietud de vernos traicionados. Podemos pasar meses e incluso años sin vernos pero sabemos que aunque nuestros caminos sean diferentes nuestra amistad seguirá ahí fuerte e irrompible. ¿Por qué os cuento esto? Porque para mí la amistad comienza por el respeto hacia el otro, sabiendo que lo esencial es saber estar para tus amigos.

 Hace unos días recibí una llamada que me hizo inmensamente feliz. Al otro lado del teléfono, una voz amiga; dado el inmenso cariño que le profeso, me produjo una inmensa alegría. Después de muchos meses sin poder contactar con ella, desde nuestra última conversación, decidí a pesar mio respetar su silencio. (Un silencio en estas circunstancias comprensible).
 Hace un año que le diagnosticaron su enfermedad. Cuando recibió la no esperada y tremenda noticia, decidió encerrarse en sí misma y olvidar cualquier comunicación con las personas que la queremos (en la cual me encuentro yo). Los días se me eternizaban al no saber nada de ella.
 Pasado ese periodo de angustia para ambas, al escuchar de nuevo su voz esos meses interminables se diluyeron, nuestra conversación prosiguió, fácil, fluida... Volvíamos hacer las mismas amigas de siempre a pesar de éste lapso de tiempo sin saber una de la otra.  
   —Como te encuentras—
  —Bien aceptando lo que me pasa...—
  —Eso está bien, y te agradezco inmensamente tu llamada—
  —¿Te sigue apeteciendo leer?
  Su voz a través del teléfono, algo cansada, me contestó:
  —Si, me ayuda bastante, así no pienso...—
  —Genial, te voy a mandar por correo una pequeña historia que leí hace tiempo, quizás te guste—

 “Una mujer muy sabia se despertó una mañana,
Se miró al espejo,
y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza.
'hummm’ pensó, 'Creo que hoy me voy a hacer una trenza'.
Así lo hizo y pasó un día maravilloso.
 El siguiente día se despertó,
se miró al espejo
Y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza.
'Hmmm' dijo,
'Creo que hoy me peinaré de raya en medio'
Así lo hizo y pasó un día grandioso.
El siguiente día, cuando despertó,
se miró al espejo y notó
que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.
'Bueno' se dijo, 'ahora me haré una cola de caballo.'
Así lo hizo, y tuvo un día muy, muy divertido.
 A la mañana siguiente, cuando despertó,
corrió, al espejo y enseguida notó
que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.
¡Qué Bien!, exclamó.
¡Hoy no me tendré que peinar!”

 ¿Por qué he querido haceros participe de esta pequeña historia? Porque al leerla he comprendido que nuestra actitud es todo en la vida de nada nos sirve, lamentarnos, enfadarnos y llorar a solas.
 Porque no solo es necesario compartir nuestro sufrimiento para superarlo. También es bueno compartir lo que nos pasa y expresar nuestras emociones con las personas que queremos y nos quieren.
 Aunque, en estas circunstancias querer estar solo y que te dejen un poco en paz es comprensible. Por todo ello agradecí infinitamente esa llamada suya, sabiendo que aunque la distancia y circunstancia nos haya separado seguimos apoyándonos mutuamente nuestra amistad siempre seguirá fuerte e irrompible a pesar de las circunstancia y pesares...

 Estoy segura que mi amiga cuando leyó la “pequeña historia” se miró en el espejo y acordándose de mí sonrío...


 IMAGEN DE LA RED

sábado, 30 de diciembre de 2017

LA RUEDA DE LA VIDA



                                                                           
                                                                               



Todos los años, por estas fechas, cuando el frío y la nieve llaman a la puerta y las hojas del calendario llegan a su fin, para dar comienzo al nuevo año, no se por qué, siempre me gusta limpiar y ordenar los armarios; poner en orden todo lo acumulando en estos 365 día. Mientras voy realizándolo, al observarme tan atareada en este menester, me pregunto si este acto que estoy llevando a cabo será una simple manía que tengo por el orden, o quizás también una necesidad de reflexionar y hacer limpieza interior, sea lo que sea, es una simbiosis, que me ayuda a valorar lo que realmente necesito y quiero en mi vida. Una vida que esta llena de acontecimientos que sin lugar a dudas ha ido marcando todos los días, de este efímero año que pronto se acabará.

Al quitar las hojas del calendario, para remplazarlo por el del nuevo año, lo miro y no puedo creer que haya pasado tan pronto, estos doce meses con sus días y sus noches... Y a pesar del tiempo pasado, me sigue asombrando que una parte de mí sigue siendo la misma, un alma sin tiempo... 

Se, que éste solsticio de invierno también terminará, para dar paso a la primavera y a la época estival, donde millones de estrellas, seguirán brillando unas brillarán más que otras, pero todas seguirán siendo igual de hermosas y es aquí en este preciso momento cuando al recibir de nuevo un año más comprenda que todo lo acontecido en éste año perdió importancia... 

                                                                    
                                                                                                                                                                                             Imagen de la red

Este nuevo año como siempre, lo empezaré con curiosidad y al mismo tiempo con cierta incertidumbre, pero sin miedos. Es curioso, en esos momentos, donde mis manos laboriosas van poniendo orden dentro del armario, la voz de una persona muy querida para mí, interrumpe mis pensamientos tan nítida y clara como aquella tarde invernal, cuando el frío invernal y la nieve llamaban a la puerta.
En el salón, sentadas acurrucadas en el sofá tapadas hasta los ojos, con una manta observábamos, complacientes, el crepitar del fuego de la chimenea, tiritando de frío saboreando una taza de chocolate bien caliente, mirándome fijamente a los ojos sin preámbulo (a boca jarro como suele decirse en ésta tierra) me preguntó:

-¿No tienes miedo al futuro y a la soledad? Sin vacilar ni un momento  contesté.
-Nada, solo espero, y confío en  mi Dios... El, será mi guía.

Segura, confiada, sin miedos me dejaré guiar donde mi corazón me lleve... Sin lugar a dudas seguirá habiendo cambios en mi vida y en la tuya, unos serán mejores que otros, todo cambia y cambiamos... La rueda de la vida sigue rodando, ¿no la sientes...? cambia continuamente de sitios, de lugares de personas..Las personas para bien, o para mal, aunque nos duela, también cambian... a veces radicalmente, como el viento que desplaza las hojas de los arboles en los parques y veredas...

Sin dejar de mirarme, cogió la humeante taza que rebozaba de chocolate; tomando un pequeño sorbo, lo saboreó con gran placidez, con los ojos semicerrados, suspirando, muy bajito musitó...Tendremos que seguir confiando un año más...