En este siglo donde el teléfono, la radio y televisión nos
invade, nos hallamos
sumergidos continuamente en un juego que
la sociedad nos ha ido imponiendo poco a poco...
Deseosa de salir a veces, de este juego, yo me pregunto: ¿Suena el silencio? ¿a qué suena el silencio...?
Si estas preguntas
se las hiciera a personas que escucha, me contestarían que el silencio no suena
a nada.
Sin embargo las personas videntes y sordas, siente hasta
el más mínimo detalle que está ocurriendo a su alrededor.
Ellas ven y escuchan
con los ojos y oídos del alma.
Sería un buen ejercicio a poner en práctica, cuando el
mundanal ruido nos agobia quitándonos nuestra paz interior...
Abstenerte de hablar, cerrar nuestros ojos, tapar
nuestros oídos. Para que nuestra vida
pueda sintonizar y redescubrir la
esencia de la vida...
Y
fue entonces cuando sentí que el silencio me hablaba...
A caracola de mar y pisadas en la arena mojada.
A olor a romero en las noches de luna
clara.
A tardes de calor y canto de chicharras.
A camino de piedras junto al río de
aguas mansas.
A noches de esperas, mientras otros
descansan
A pasillos muy largos y batas muy
blancas.
A llanto en la noche esperando el alba...
Helen Keller escribió
sobre su encuentro con Anne Mansfield
en su
autobiografía, "Historia de mi vida" ("The story of my life'')
“¿Habeis estado alguna vez en el mar en medio
de una densa niebla cuando parece que una tiniebla blanca y tangible nos
encierra. Y el gran buque, tenso y ansioso, avanza a tientas hacia la costa con
plomada y sonda, y uno espera con el corazón palpitante a que algo suceda?
Antes del comienzo de
mi educación yo era como ese buque, sólo que no tenía brújula ni sonda, ni modo
de saber a qué distancia estaba el puerto. ''Luz ¡Dame luz'', era el grito
silencioso de mi alma, y la luz del amor brilló sobre mí en esa misma hora.
"Caminamos por el
sendero hasta la fuente, atraídas por la fragancia de la madreselva que la
cubría. Alguien extraía agua y mi maestra puso mi mano bajo el grifo. Mientras
el chorro fresco me empapaba una mano, ella deletreó en la otra la palabra
agua, primero despacio, después de prisa. Me quedé en silencio, fijando mi
atención en el movimiento de sus dedos. De pronto tuve una borrosa conciencia,
como de algo olvidado, el estremecimiento de un pensamiento que regresaba; y de
algún modo se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que ''a-g-u-a''
significaba esa maravillosa frescura que rozaba la mano. Esa palabra viviente
despertó mi alma, le dio luz, esperanza despertó mi alma, le dio luz, alegría, la
liberó".
La enfermedad destruyó la vista y el oído de Helen Keller, cuando ella
aún no había cumplido diez años, dejándola aislada del mundo. Con experiencia,
dedicación y amor a través del sentido del tacto, logró establecer contactos
con la mente de la niña, y al cabo de tres años le había enseñado a leer y a
escribir en Braille.
Mi admiración más profunda por Anne Mansfield Sullivan maestra de Helen Keller.
Porque ella sabía que el silencio también habla ...