Todos sabemos que el
tiempo juega un papel muy importante en la vida de las personas, el tiempo es un concepto complejo que ha sido objeto de estudio y reflexión desde tiempos inmemoriales.
En el cuadro de Salvador Dalí La persistencia de la memoria, también conocido como Los relojes blando o Los relojes derretidos, claro ejemplo del estilo surrealista, pintado en el 1931, tiene apenas el tamaño de un folio, 24 x 33 cm.
En el aborda la noción de la temporalidad y de la memoria a través de diferentes objetos cargados de simbolismos.
Dalí era un enamorado de la ciencia y siguió el trabajo del científico Alber Einstein con curiosidad. Los relojes derritiéndose son un símbolo inconsciente de la relatividad del espacio y el tiempo.
Sobre la obra se han escritos numerosas interpretaciones, aunque la mayoría de los historiadores de arte coinciden al afirmar que la pintura es un rechazo del tiempo como una influencia sólida y determinista.
Llama la atención la presencia de cuatro relojes, todos en una posición diferente. Uno de ellos cuelga de las ramas de un árbol seco, que se ha relacionado dentro del mundo fantástico con el concepto thanatos, de la muerte. Otro se encuentra tendido como una criatura insólita sobre la arena, que podría ser un autorretrato de Dalí. Una tercera pieza está a punto de caerse de un muro y sobre él hay una mosca, uno de los elementos más representativos del pintor.
Los relojes están derretido, desposeídos de su forma y uso convencionales y sugieren una noción distorsionada de los segundos que provocan extrañeza a quien los contempla que el tiempo transcurre de una manera muy diferente.
En el cuadro hay otro reloj de bolsillo que no está deformado y se encuentra boca abajo lleno de hormigas. Al parece, son un un símbolo inconsciente de la relatividad del espacio tiempo.
Su pintura llena de una técnica, precisa, de líneas puras, fuerza y colores brillantes contrasta con colores sombríos creando una atmósfera de ensueños.
Un cuadro que sin lugar a dudas lleno de simbología que nos invita a la reflexión.
Todos sabemos que los relojes marcan el tiempo en la tierra y aunque no podemos controlar el tiempo, si podemos aprender a manejar nuestras emociones y percepciones para vivir nuestra vida de manera más plena y satisfactoria, viviendo y disfrutando de nuestro aquí y ahora, como bien dice éste hermoso poema «Instantes» atribuido a Jorge Luis Borges.
Si
pudiera vivir nuevamente mi vida,
en
la próxima trataría de cometer más errores.
No
intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería
más tonto de lo que he sido,
de
hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería
menos higiénico.
Correría
más riesgos,
haría
más viajes,
contemplaría
más atardeceres,
subiría
más montañas, nadaría más ríos.
Iría
a más lugares adonde nunca he ido,
comería
más helados y menos habas,
tendría
más problemas reales y menos imaginarios.
Yo
fui una de esas personas que vivió sensata
y
prolíficamente cada minuto de su vida;
claro
que tuve momentos de alegría.
Pero
si pudiera volver atrás trataría
de
tener solamente buenos momentos.
Por
si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo
de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo
era uno de esos que nunca
iban
a ninguna parte sin un termómetro,
una
bolsa de agua caliente,
un
paraguas y un paracaídas;
si
pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si
pudiera volver a vivir
comenzaría
a andar descalzo a principios
de
la primavera
y
seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría
más vueltas en calesita,
contemplaría
más amaneceres,
y
jugaría con más niños,
si
tuviera otra vez vida por delante.
Pero
ya ven, tengo 85 años...
y
sé que me estoy muriendo.