sábado, 31 de marzo de 2018

CUANDO EL SILENCIO HABLA...

  
                             

                                                                           

                                                                                                               
 

En este siglo donde el teléfono, la radio y televisión nos invade, nos hallamos sumergidos  continuamente en un juego que la sociedad nos ha ido imponiendo poco a poco...
Deseosa de salir a veces, de este juego, yo me pregunto: ¿Suena el silencio? ¿a qué suena el silencio...?

Si estas preguntas se las hiciera a personas que escucha, me contestarían que el silencio no suena a nada.
Sin embargo las personas videntes y sordas, siente hasta el más mínimo detalle que está ocurriendo a su alrededor.
Ellas ven y escuchan con los ojos y oídos del alma.

Sería un buen ejercicio a poner en práctica, cuando el mundanal ruido nos agobia quitándonos nuestra paz interior...
Abstenerte de hablar, cerrar nuestros ojos, tapar nuestros oídos. Para  que nuestra vida pueda sintonizar y  redescubrir la esencia de la vida...              
  


Y fue entonces cuando sentí que el silencio me  hablaba...

¿A que suena silencio?
A caracola de mar y  pisadas en la arena mojada.
¿A que suena silencio?
A olor a romero en las noches de luna clara.
¿A que suena silencio?
A tardes de calor y canto de chicharras.
¿A que suena silencio?
A camino de piedras junto al río de aguas mansas.
¿A que suena silencio?
A noches de esperas, mientras otros descansan
¿A que suena silencio?
A pasillos muy largos y batas muy blancas.
¿A que suena silencio?
A llanto en la noche esperando el alba...
                                                                Enca Gálvez


                                 

Helen Keller escribió sobre su encuentro con Anne Mansfield en su
autobiografía,  "Historia de mi vida" ("The story of my life'')

 “¿Habeis estado alguna vez en el mar en medio de una densa niebla cuando parece que una tiniebla blanca y tangible nos encierra. Y el gran buque, tenso y ansioso, avanza a tientas hacia la costa con plomada y sonda, y uno espera con el corazón palpitante a que algo suceda?

Antes del comienzo de mi educación yo era como ese buque, sólo que no tenía brújula ni sonda, ni modo de saber a qué distancia estaba el puerto. ''Luz ¡Dame luz'', era el grito silencioso de mi alma, y la luz del amor brilló sobre mí en esa misma hora.


"Caminamos por el sendero hasta la fuente, atraídas por la fragancia de la madreselva que la cubría. Alguien extraía agua y mi maestra puso mi mano bajo el grifo. Mientras el chorro fresco me empapaba una mano, ella deletreó en la otra la palabra agua, primero despacio, después de prisa. Me quedé en silencio, fijando mi atención en el movimiento de sus dedos. De pronto tuve una borrosa conciencia, como de algo olvidado, el estremecimiento de un pensamiento que regresaba; y de algún modo se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que ''a-g-u-a'' significaba esa maravillosa frescura que rozaba la mano. Esa palabra viviente despertó mi alma, le dio luz, esperanza despertó mi alma, le dio luz, alegría, la liberó". 

                                             
                                                                             


La enfermedad destruyó la vista y el oído de Helen Keller, cuando ella aún no había cumplido diez años, dejándola aislada del mundo. Con experiencia, dedicación y amor a través del sentido del tacto, logró establecer contactos con la mente de la niña, y al cabo de tres años le había enseñado a leer y a escribir en Braille.

Mi admiración  más profunda por Anne Mansfield Sullivan maestra de Helen Keller.

Porque ella sabía que el silencio también  habla ...